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Irán

  • Por Meritxell Martorell
  • 01 nov, 2017

“Sorry, you need to cover your head”- me informa una de las trabajadoras del aeropuerto tras pasar el control. 

Llegar a Irán fue más sencillo de lo que imaginé. Tras un día y medio intentando sacar el visado en Nueva Delhi -la información de la embajada es simplemente pésima- me entero de que es posible conseguir uno a la entrada. 50 euros la broma, pero ya estoy aquí, con un hiyab -o velo- que cubre mi cabeza.

Las primeras palabras que me vienen a la cabeza mientras voy en taxi hacia mi hostel son: represión, miedo, tristeza y control. Aunque desconozco totalmente lo que voy a encontrar, las banderas de color negro que hay por toda la ciudad (se levantan cada mes de diciembre para conmemorar el martirio de  Imam Hossein) no ayudan a que mis primeras impresiones sean mucho más agradables.  Por unos minutos pienso: “Quién te ha mandado a esta parte del mundo ?” ¿Qué vas a hacer durante los 15 próximos días? “Esto no es la India bonita, aquí no hay colorines, ni yoga, tampoco hay demasiados mochileros, no va a ser sencillo moverte por el país, estás como una cabra, nena”.

Teherán es una ciudad oscura y fría. Las calles principales están saturadas de tiendas industriales que venden neumáticos, herramientas y luces de neón. Un paraíso para los amantes de la mecánica, pero no precisamente para mí. La gastronomía es una lucha simple entre el kebab y el falafel y, sinceramente, ambos dejan mucho que desear. Los pocos restaurantes que hay –se pueden contar con los dedos de las manos- son fast food y apestan a aceite refrito.  El Museo Nacional, que vale unos 7 euros,  ofrece cuatro vitrinas con cerámicas y estatuas bastante aburridas. Sí, vale, tienen más de dos mil años de historia, pero nunca me gustó ver piedras tras un cristal. 

El tráfico de la ciudad es uno de los peores que he visto jamás y eso que vengo de India. Aquí no hay pasos de peatones que valgan. Arriésgate y sigue tu intuición. Uno, dos, respira y ¡¡¡cruza!!! Tampoco hay cafeterías y, evidentemente, todo lo relacionado con USA está mal visto y completamente prohibido. No hay Mc Donalds, ni Kentackys. Olvídate de la Coca-cola o sustitúyela por Zam- Zam cola.

Después de la Revolución Islámica en el 79 se cerraron las cafeterías, bares y lugares de ocio de la ciudad. Demasiado peligroso que la gente se reúna y hable. A partir de entonces también se prohibió que las mujeres enseñaran el pelo o que las parejas mostraran afecto en público.  En otras palabras, la ley iraní establece lo que la gente debe hacer, llevar o decir en público. 

El clima es frío y ventoso y, para colmo, mi guest house es horrible.  El baño es de estilo indio –un agujero en el suelo- y está afuera de la habitación, con lo cual mi culito se queda helado cada vez que me siento de cuclillas. Facebook, Youtube y la mayoría de periódicos internacionales están también bloqueados.  ¿Cómo pasar el tiempo en esta ciudad?  

Abrigo, bufanda y paseíto arriba, paseíto abajo. La gente me sonríe y, aunque la mayoría no habla inglés, me da la bienvenida. Descubro que hay varias tiendas de zumos y pruebo el de zanahoria, me encanta. A base de zumitos y sonrisas que alegran mi estancia, paso dos días en esta ciudad que no recomiendo y pongo rumbo a Yazd, situada a unos 600 kilómetros de Teherán.  

“Me gustaría saber cuántas mujeres bonitas se esconden tras esos terribles burkas negros” -pienso mientras viajo en tren.  “¿Cómo se reconocen cuando andan por la calle? “ Ellas observan fijamente mi diminuto hiyab y analizan mi cromática vestimenta. Yo miro fijamente los oscuros ojos de esas incógnitas mujeres.

El trayecto en tren es ameno y cómodo. Los trenes en Irán, además de baratísimos, son limpios, confortables y rápidos. Nada que ver con la caos indio. Un relax, vaya.

 Yazd es una de las ciudades más antiguas de todo el país. El casco antiguo, con más de 3.000 años de historia, es espectacular. La arquitectura de estilo persa  conserva todavía grandes áreas subterráneas, callejuelas peatonales y edificios con patios interiores de ensueño (antiguamente baños públicos). La mezquita principal, o mezquita del viernes, es de color azul, llena de mosaicos y azulejos. ¡Preciosa!

A sólo 60km de la ciudad, cerca del desierto, se encuentra el laberíntico pueblo de Karanaq. Las pequeñísimas casas de barro están deshabitadas, aunque hay todavía objetos que muestran signos de vida no muy lejana. Zapatos, bolsos y guantes olvidados. Oscuras y sucias ventanas de maderas proporcionan un paisaje soleado repleto de montañas desiertas, un contraste espectacular. 

El siguiente destino será Isfahan, ciudad universitaria, moderna y cosmopolita. Allí me alojaré, gracias a couchsurfing, en casa de Adel  un joven de 26 años que estudia turismo y practica sus habilidades oratorias con viajeros de todo el mundo. 

Con un nivel de inglés bastante notable para ser iraní, me ofrece un tour que ni el mejor de los tour operadores. Vamos al puente de Khajou, al 33 brigde, a la plaza Meidan Eman y a la impresionante mezquita Masjed Imam. Me explica la historia de cada uno de los lugares visitados, me da fechas exactas y detalles que ni la Lonely Planet. Aunque toda esta información me parece muy interesante, lo que más me gusta de estar con Adel es ver como vive la juventud iraní.  Paso tres noches en su casa, con su novia y sus colegas. 

Lo que más me llama la atención es la relación que hay entre los tíos. Cantan Celine Dione, se dan masajes y se bañan juntos. Un poco gay para mi tradicional mente española. Les doy una clase de yoga, cocino una tortilla de patatas y ellos me responden con una sopa iraní a base de maíz.  Las mujeres se quitan el hiyab para estar en casa y, sentados todos en la alfombra, jugamos y nos contamos historias. En Irán no hay discotecas, y el alcohol y las drogas, ambos ilegales, son muy difíciles de conseguir. Las fiestas son siempre en casa, con samosas y zam-zam cola.  La mayoría de los chavales con los que hablo son agnósticos o ateos, no les va mucho el rollo islámico y se niegan a rezar a Alá. Tienen novias y hablan de sexo, aún sabiendo que eso les puede llevar a la cárcel. Son modernos y rebeldes, aunque a mi me parezcan quinceañeros. 

Me despido de este grupo intercambiando Facebook (todos tienen VPN), y me voy a Shiraz, al suroeste del país.

Shiraz es una ciudad cultural, conocida por sus poetas y literatura, por su vino –ahora prohibido- y por sus flores. Allí me espera Iraj, un iraní de 35 años que conocí en Nueva Zelanda. 

Como buen embajador de su país me abre las puertas de su casa con una enorme sonrisa y me presenta a su mujer y a sus dos hijos: Atila, un energético niño de 6 años y Elsa, una preciosa bebé de solo una semana de edad. Su mujer, con rasgos europeos y unos enormes ojos verdes, tiene solo 27 años, no habla inglés pero nos comunicamos perfectamente. Es dulce, servicial y encantadora. Me prepara platos tradicionales y me sorprende que el café se beba antes de las comidas.  Da igual que la mujer acabe de dar a luz y esté cansada, siempre es ella quien cocina y sirve. Iraj se sienta en el sofá y espera. Le ofrezco mi ayuda pero se niega completamente. Yo soy una invitada.

Como invitados especiales están también el hermano de Iraj, Betrooz y su novia Noese. una pareja súper cool. Él es un gordito divertido que no para de reír mientras come kebabs y samosas y ella es una joven coqueta que presume orgullosa de su nueva nariz.

 Al parecer, en Irán es bastante económico hacerse este tipo de cirugías, por unos 400 euros tienes una rinoplastia decente. Por la calle se ven muchísimas mujeres con un esparadrapo en la tocha. Según me cuenta Noese (me parece divertido que su nombre sea algo similar a Nariz), cree que las mujeres en Irán le dan mucha importancia a la cara ya que es el único medio de expresión que tienen. No pueden vestir ajustadas y lucir curvas, tampoco pueden mostrar su pelo, así que lo único que les queda es el maquillaje y las cirugías faciales. Tiene toda la razón, las mujeres iraníes usan un maquillaje excesivo.

La atracción por excelencia de Irán es la gran Persópolis, situada a 70 km de Shiraz. Con todos mis nuevos colegas y el pequeño Atila conducimos a ritmo de música pop iraní a la antigua capital del Imperio Persa

Este enorme recinto fue el centro de la ciudad fundada por el rey Darío El Grande

en el año 500 AC y  dos cientos años después  fue conquistada por Alejandro Magno, quien se encargó de quemarla y destruirla, poniendo fin al esplendor del Imperio Persa

Todavía hoy se puede percibir la grandeza de una civilización con un gusto arquitectónico exquisito y variado. Todos los pueblos sometidos al control persa (egipcios, griegos, medas, asirios y babilonio) dejaron su huella particular en la capital del imperio. 

Noese y yo nos hacemos súper colegas y nos sacamos autofotos en plan “soy lo más” entre columnas griegas, mosaicos y relieves de piedra. Pasamos una larga mañana andando entre estas increíbles ruinas y Atila se pone nervioso, necesita comer urgentemente.  Disfruto por unos minutos más de las montañas que rodean este milenario espacio y nos vamos al restaurante. 

Los iraníes son de las personas más hospitalarias y amigables que me encontrado durante mis viajes. No te dejan pagar ni un céntimo, te acompañan a cualquier lugar, les encanta explicar historias y tradiciones de su país y te hacen sentir como uno más de la familia. Me siento afortunada de pasar tres días con esta familia y disfruto de cada uno de los lugares que me descubren. Jardines, bazares y mezquitas.

Sin duda, la mezquita más impresionante que he visto jamás, por no decir uno de los espacios más espectaculares que he visto en mi vida, es la mezquita de Shah Cheragh, conocida también como Mezquita de los espejos.

El enorme recinto, con árboles, edificios de mármol y azulejos azules,  es también el lugar donde descansa el cuerpo y la tumba de Hafez, místico y poeta sufí.   Hombres y mujeres entran por distintas puertas y, las últimas, deben llevar un burka o una sábana que cubra completamente el cuerpo. Me despido de Iraj y empieza mi experiencia religiosa. Con una sábana horrorosa de flores verdes cubro mi cuerpo y me dirijo al interior de la mezquita. Soy la única occidental con una sábana de color. Todo lo demás son burkas completamente negros que besan el suelo, levantan las manos y cantan a Alá.  Tengo sensaciones distintas. Por unos minutos siento desconfianza,  por mi cabeza pasan distintas noticias internacionales,  pienso en todo lo que el fanatismo islámico  ha hecho y me asombro al ver a todas esas mujeres rezando, agradeciendo o esperando la Salvación.  Me siento incómoda. Pero, al mismo tiempo, no puedo dejar de admirar la belleza del interior. Miles de pedacitos de espejos cubren todo el espacio, es resplandecientemente brillante, de una perfección y belleza difícil de explicar con sólo palabras.  Camino por la mezquita saboreando y admirando cada pequeño detalle. Mis sensaciones cambian de repente y decido deshacerme de todos los prejuicios que pueda tener. Disfruto de la energía que me rodea. Al fin y al cabo todas las religiones son lo mismo, creer en algo superior, externo. Me siento y cierro los ojos. Doy las gracias por encontrarme allí, sola, en una mezquita iraní. No soy musulmana ni rezo a Alá, pero aseguro que disfruto de ese momento y me alimento de todas las oraciones y buenas energías que hay ahí dentro. Me da por pensar que en el equilibrio está la respuesta. 

No me gustan las religiones, ni cómo invierten su dinero. No creo en  la prohibición ni en el castigo, tampoco en la Salvación.  Aunque debo reconocer que no estaría de más dedicar un par de minutos al día a dar las gracias por estar donde estamos, por tener lo que tenemos o simplemente invertir esos minutos a enviar buenas vibraciones. Aquí se pasan el día rezando, pero en otros países hemos olvidado completamente que nuestro planeta es algo maravilloso y, a veces, inexplicable. 

Mis minutos en esa mezquita me hacen llegar a una conclusión: No creo en la religión, aunque soy una persona religiosa.

Por Meritxell Martorell 30 de diciembre de 2021
El Kumbh Mela , es la celebración espiritual o religiosa más grande del mundo. Más de 120 millones de personas asisten al evento para sumergirse en las míticas aguas del río Ganges y liberarse de sus pecados. 
Por Meritxell Martorell 7 de diciembre de 2021
Yoga en el muro . Porque ellos se merecen un poco de silencio. Más paz, más juegos y menos gases lacrimógenos.

Tras viajar una semana por el norte de Israel decidí visitar la sagrada ciudad de Jerusalén , justo una semana antes de que Donald Trump sembrara un poco más de discordia y tensión entre árabes y judíos.

Las sensaciones que se sienten en una ciudad tan religiosa son inexorables al ser humano, seas cristiano, musulmán, judío, ateo, budista o agnóstico.  Al ser considerada sagrada por las tres grandes religiones monoteístas —judíos, cristianos y musulmanes— paradójicamente la ciudad se ha convertido en objeto de numerosas disputas a lo largo de siglos. Y a día de hoy, desafortunadamente el conflicto sigue vivo.

Cruzar de un lado a otro ( Palestina /Israel ) es cuestión de minutos y el contraste colosal.  No me voy a poner a hablar de política, tratar de hacerlo cuando apenas he pasado dos meses en el país me parece atrevido e insensato. Tampoco voy a posicionarme de un lado ni del otro. 

Me alojé en casa de  David, un judío asentado en Belén, ciudad palestina a 9km de Jerusalén . Tras decidir dejar de practicar el judaísmo ortodoxo , David se movió a la ciudad donde nació Jesús y, a día de hoy, habla árabe perfectamente y la mayoría de sus amigos son musulmanes palestinos.  Vivir con David fue una experiencia intensa: celebré un Sabbat (séptimo día de la semana, sagrado en el judaísmo) rodeada de musulmanes con Kipá (pequeña gorra ritual judía). ¡Surrealista! Con él aprendí que entender el conflicto lleva mucho más tiempo del que uno cree. 

Por ello, lo único que se me ocurrió es actuar de corazón y hacer lo que me apetecía: impartir  clases de yoga a los que creo que lo pueden necesitar y dar a conocer una realidad sin necesidad de decir nada. 

Me dirigí a Aida Camp, el campo de refugiados palestinos establecido a principios de los 50. Con casi de 70 años de historia, sus habitantes proceden de distintos pueblos de Israel destruidos en las guerras del 1948 y 1967.

Las condiciones de los colegios nada tienen que ver con los colegios israelíes. Por eso, junto a Murad, director del centro  Alrowwad Cultural , armamos esta clase y este vídeo .  Y ellos, los niños, lo agradecieron muchísimo, casi tanto como yo. 
Por Meritxell Martorell 4 de diciembre de 2021

Una construcción casi imposible, una enorme esfera dorada y futurista de más de veinte metros de altura fue la encargada de recibirme. El Matrimandir , edificio que parece sacado de una película de ciencia ficción, es el  “alma de la ciudad” y el centro de meditación de los aurovilianos. Para entrar debes pedir número, hacer cola y seguir el ritual: ponerte unos calcetines blancos, mantenerte en completo silencio y andar pausadamente. La ascensión a la planta superior se realiza mediante dos rampas blancas con barandillas de cristal, el ambiente es de un tono anaranjado y la gente demasiado seria. ¡Creía que en cualquier momento iba a ser abducida! La cámara interna, de mármol blanco, posee un globo de cristal atravesado por un rayo de sol que baja desde el techo, golpea el cristal y provee de un tono azulado a toda la sala. Allí tuve que meditar –más bien flipar- durante 15 minutos.

" Auroville quiere ser una ciudad universal donde hombres y mujeres de todos los países sean capaces de vivir en paz y en progresiva armonía, por encima de todo credo, política y nacionalidad. El propósito de Auroville es lograr la unidad humana ."

Éstas son las palabras de la francesa Mirra Alfassa , más conocida como “ La Madre ”, quien gracias a las enseñanzas de su compañero y maestro espiritual Sri Auribundo , ideó y dio forma al proyecto de Auroville , ciudad internacional dedicada a la unidad humana.

Auroville , ubicada a 10 kilómetros de Pondicherry ( Tamil Nadu, India ), se fundó en 1968 en un territorio cedido por la India para desarrollar un experimento social: la creación de una ciudad en sintonía con la naturaleza, donde desarrollarse como persona, vivir con respeto  desde una perspectiva humanista y espiritual, sin propiedad ni posesión, donde el dinero no fuera lo más importante.

A día de hoy, no sé qué queda de todo ello. 

Auroville está planificada para albergar a 50.000 personas, aunque de momento sólo viven unas 2.200, provenientes de unos 47 países (en su mayoría franceses y alemanes). Su diseño tiene forma de galaxia espiral y está constituida por cuatro sectores (zona internacional, cultural, industrial y residencial). Todo muy moderno, por eso no es de extrañar que mientras paseas por sus caminos frondosos florezcan construcciones parecidas a naves espaciales y residencias de ovnis. Pero la premisa fundamental, para los habitantes de las naves y para los que residen en granjas más humildes, es convivir en una eco-ciudad. Conceptos tan “eco” como sostenibilidad, agricultura orgánica, energías renovables, reciclaje y técnicas agroforestales forman parte del día a día de los aurovillenses . De hecho, la ciudad, que en su origen era un terreno semi-desértico, ha obtenido ya elogios a nivel internacional por su trabajo medioambiental.

Todos estos logros, sin duda, se deben admirar, “ Madre ”- como dirían los aurovillenses - estaría orgullosa. Me parece asombrosa la filosofía de eco-vida, la búsqueda espiritual y la renuncia a lo material, pero bajo mi punto de vista hay muchas paradojas, tantas que incluso he llegado a plantearme que estoy en un club selecto.

Esta mañana, sin ir más lejos, he ido a la piscina y me han pedido 5 euros por la entrada. ¿Cómo? ¿Cinco euros en la India? Eso es una barbaridad, por mucho que se deba contribuir a la comunidad. Además, en dicha piscina sólo había occidentales, no he visto ni un solo indio. Tampoco los he visto en las urbanizaciones de casas enormes y lujosas, sólo los he visto trabajar en los puestos más duros, tales como construcción, limpieza y jardinería… Auroville vive del trabajo de los lugareños, me gustaría saber cómo se las arreglarían sin ellos. Aunque la ciudad vende a precios casi occidentales (cafés y croissants exquisitos, por ejemplo) paga con salarios indios, miserables.  

Algo también que me sorprende de Auroville son sus requisitos para entrar a formar parte del proyecto. No cualquier persona puede hacerlo, para ello debes pasar un proceso de varios años, siendo antes voluntario, y demostrar que eres capaz de mantenerte y de pagar un sitio donde dormir. ¿Acaso “ Madre ” no decía que sería un lugar donde el dinero no primaría?  Da la sensación de que no quieren hablar de dinero pero se pasan el día hablando de él . Pongo un par de ejemplos. Los voluntarios de Auroville deben pagar un mínimo de 150 rupias al día (2’5€) para trabajar 6 horas en cualquier granja o proyecto. Pagar por trabajar, ¿un poco vergonzoso, no? Y otra es que el dinero generado en Auroville debe quedarse en Auroville . Es decir, alguien que vende mermelada está obligado a gastar, como mínimo, el 50% de sus ganancias en la comunidad. 

Dólares (o rupias) a parte, sigo con mis dudas.

Para ser aurovillense debes practicar el yoga integral con el objetivo de meditar por el bien de la humanidad. Por lo tanto, alguien que se niegue a practicarlo será excluido de la comunidad. ¿Es eso una ciudad universal y tolerante? 

Madre ” habla también de la supresión de la religión.

“Reemplazamos la religión por la vida espiritual, pues ésta es mucho más verdadera, más profunda y más alta; es decir, más cercana al Divino. El Divino está en todo y en cada cosa, pero no somos conscientes de ello. Este es el inmenso progreso que los hombres deben hacer”.

¿Qué es el Divino? ¿Acaso no es el culto a una divinidad o fuerza superior? Y si no creo en el Divino ¿qué pasa? 

Me centro ahora en el quinto punto de los documentos que rigen la vida en la ciudad.

 “ La Tierra entera debe prepararse para el advenimiento de la nueva especie ”.

¿Son los habitantes de Auroville los predecesores del Super Hombre? ¿Es una secta New Age ? ¿Les han lavado la cabeza? ¿Son seres con una consciencia superior, una vibración más elevada?

Demasiadas dudas, demasiadas conclusiones. Y tal vez, demasiados aurovilianos

Aquí encontramos al hippie que, en los años 70, vino en busca de un refugio y que su único ideal es vivir en una cabaña rodeado de naturaleza. También está el adinerado occidental que, cansado del estrés de la ciudad, viene en busca de un resort espiritual, con todas sus comodidades. Por otra parte, el ecologista  interesado en la sostenibilidad y en una vida alternativa. Y, como en todos lados, seguramente también exista una mano negra que pretende lucrarse de todo el proyecto.

Sea como sea, Auroville es un experimento donde, para bien o para mal, conviven personas distintas, de todo el mundo, bajo un mismo ideal. Unos lo llaman secta , otros lo consideran una utopía realizada … ¿Tu qué piensas?

Por Meritxell Martorell 3 de diciembre de 2021

Tras perder todo su cabello y parte de pelo de brazos y cejas, Luz decidió hacer un cambio de vida y de alimentación, cambiando la cortisona por alimentos saludables y las visitas a los especialistas por meditación y yoga. Recuperó el 100% de su cabello de forma natural. Ahora, asegura que “si no nos curamos es porque no nos escuchamos”.

Todo comenzó con el problema occidental más conocido en los últimos años: el estrés. Estrés que se manifestó en pérdida de cabello, especialmente cuando Luz se duchaba. Cada día perdía más cantidad. ¿Cómo podría no estresarse en esta situación? “Es un circulo vicioso”- reconoce.

Estudió Diseño y Educación y, mientras estaba trabajando en Dublín en un estudio de Diseño Industrial, empezó a sufrir una pérdida de cabello desmesurada.

Fue al médico y le diagnosticaron Alopecia Totalis , pérdida local del cuero cabelludo y, tras probar diversos tratamientos, decidó raparse la cabeza. “No te imaginas el impacto que cree entre mis compañeros cuando fui a trabajar totalmente afeitada, así que decidí empezar un tratamiento más fuerte, quería mi pelo de vuelta.”

"No tener cabello en un hombre está más aceptado socialmente, pero que una chica lo pierda es un shock para todos". La alopecia areata afecta al 2% de la población. Es una enfermedad autoinmune y afecta por igual a hombres y mujeres  de todas las edades.

Tras varias inyecciones de cortisona en el cuero cabelludo, como mínimo cinco, el médico le aseguró que se verían los primeros resultados. “Las inyecciones de cortisona son muy doloras y decidí buscar información sobre los efectos de la corticoide. Descubrí que la cortisona inyectada puede producir cataratas y dejar cicatrices en el cuero cabelludo. Allí empecé a cuestionármelo todo: ¿Valía la pena sufrir todos esos efectos adversos a cambio de sólo pelo? Pero, sí, en ese momento me mediqué sin dudarlo”.

“Me pasé un mes literalemente durmiendo, en la cama, sin ganas de hacer nada y sin ver demasiados resultados. Tuve ansiedad y sentía rechazo al mirarme en el espejo. Pero a los dos o tres meses mi pelo empezó a crecer y, de algún modo, volví a ser yo misma, la de siempre. Con mi pelo de vuelta conseguí animarme.”

Luz reconoce que nunca le gustó abusar de la medicación y, aún sabiendo las posibles consecuencias, decidió dejar de tomarla durante un tiempo, estaba harta de tantas pastillas. “Había perdido fuerza, no hacía ninguna actividad física, dejé de lado mis hobbies, como por ejemplo la escalada, y estaba cansada de depender siempre de la medicación.” El proceso y lo esperado fue demasiado rápido, empezó a perder todo el pelo que había ganado en muy poco tiempo.

“Así que allí estaba otra vez, desesperada, medio calva, de vuelta al médico y de vuelta a la cortisona.”

Esta vez los efectos secundarios fueron mucho más fuertes: hirsutismo (desarrollo excesivo de vello en la cara), visión borrosa, cara hinchada, pérdida dramática de peso, cansancio, dolores musculares y articulares, manchas e infecciones.

“Es un círculo vicioso, cuando te tomas una pastilla no erradicas el problema de raíz si no que cubres el problema y creas otro de nuevo, de modo que necesitas otra medicación… Y así sucesivamente. Llegué a tomarme 10 pastillas diarias”.

Luz, que se considera ante todo una persona racional, finalmente aceptó la situación que estaba viviendo y que, por el momento, sería una chica calva. “Tuve que pasar por esa experiencia para darme cuenta de que tantas pastillas no llevaban a ningún lado. Esta vez, totalmente convencida, decidí que prescindiría de la cortisona y de los antidepresivos. Ahora lo que me tocaba hacer era aceptar el problema en vez de luchar contra él.”

“Con todas mis fuerzas y absolutamente calva decidí que esta enfermedad no iba a detenerme. Aparte de calva, soy también viajera.”

Se fue a viajar por Australia, Tailandia, India y se quedó un tiempo viviendo y trabajando en Nueva Zelanda, donde decidió crear un blog para dar a conocer la Alopecia Areata .

“Todo lo que encontraba en la red acerca de esta condición era súper catastrófico, no había esperanza y parecía que por el simple hecho de perder el pelo se perdían también las oportunidades. Quería darle otro enfoque, así que desde la vulnerabilidad y el humor, hablé de esta enfermedad. El objetivo era informar y educar.” Su blog  llegó a alcanzar más de 4.000 visitas diarias.

Aunque la alopecia  iba tomando terreno empezando a afectar cejas y brazos, Luz iba ganando seguridad. “Acepté que era calva y que perdería todo el pelo de mi cuerpo. El hecho de viajar y estar en otro país me hizo salir de mi zona de confort, me abrí a otras posibilidades y empecé a vivir menos en la mente y más en el presente .”

Tal vez por ello, se encontró por casualidad con una doctora ayurvédica  y, aunque en ese momento Luz se consideraba totalmente escéptica, escuchó con atención las palabras de la especialista.

El ayurveda es el sistema de medicina tradicional de la India e incluye dieta y medicamentos de herboristería haciendo hincapié, sobre todo, en despertar el equilibrio natural del sistema cuerpo-mente para curarse a uno mismo.

Me dijo que la alimentación era un paso importante para mi curación. Dejé de comer fritangas y añadí más nutrientes en mi dieta ”. Esta doctora me ayudó a ver mi enfermedad desde otro punto de vista. Me hizo salir del victimismo y ver que yo tenía el poder de cambiar algo, de tomar responsabilidad . Tal vez la situación que vivía tenía un por qué”.

Cambié un poco mis hábitos alimenticios, comiendo menos cantidades y siendo más selectiva con la comida. Dejé de comer tanto pan y añadí más frutas y vegetales. Seguí viajando y, movida por mi intuición, me fui a Nepal, donde hice un retiro de meditación durante diez días.”


Este curso de meditación (Vipassana) sirvió a Luz para desintoxicarse mentalmente, de forma que luego decidió ir un paso más allá y, tal como le dijo la doctora ayurvédica, encontrar un balance entre cuerpo y mente. “Una vez desintoxiqué mi mente, tocaba también desintoxicar mi cuerpo físico.”

En un centro ayurvédico del Nepal realizó el panchakarma , el principal tratamiento ayurvédico de purificación, desintoxicación y limpieza. Durante tres semanas limpié mi organismo a través de distintas purgas y de una dieta muy estricta. No pasé hambre y compaginé esta técnica ancestral con prácticas como el yoga, el pranayama (respiración) y la meditación.

Después de estas tres semanas Luz admite que se sintió más viva que nunca, totalmente sana y con mucha fuerza. Seis meses depués, y sin ningún tipo de medicación de por medio, empezó a ver cómo su pelo crecía de nuevo.

A Luz le aseguraron que los casos de éxito para la Alopecia Areata Universal eran muy variables. Además de los corticoides podría probar también con  inmunosupresores(azatioprina, metotrexate, ciclosporina),y utilizar la inmunoterapia tópica con difenciprona.

Tengo todo mi pelo de vuelta y no tomo ninguna pastilla, no me pongo cremas y simplemente como sano ”. Tampoco soy estricta en cuanto a la alimentación, casi nunca como carne, por ejemplo, pero si me apetece un día un poco de jamón ibérico, disfruto de un buen bocadillo, al igual que con el chocolate. No hay que volverse maníaco, sólo hay que comer con sentido común y escuchar a nuestro propio cuerpo.”

Esta experiencia cambió a Luz para siempre y ahora entiende las enfermedades como “mensajes que el cuerpo manda para que tomemos consciencia de los patrones limitantes que no nos permiten el crecimiento personal”. Asegura que la Alopecia Areata  le sirvió para mejorar, para deshacerse de preocupaciones sin sentido y, sobre todo, del estrés.

“Me estoy formando en cosas que realmente me interesan: el yoga, la biodescodificación, el ayurveda, etc. Realiza talleres informativos y siente la responsibilidad de ayudar a otras personas, porque asegura, “ todo está en la mente”

El próximo 22 de Abril, Luz presentará “ Alopecia Areata, la enfermedad como camino ” en el espacio Norte de la escuela “Yoga con Gracia”, en Barcelona.

“Necesitamos que nos enseñen las herramientas para aceptar cualquier situación. Dejemos de ver las enfermedades desde el victimismo y hagamos algo por cambiar nuestros patrones, comamos mejor, escuchémonos, conozcámonos.”

   http://www.aaitsme.com/  

*Artículo publicado en Playground




Por Meritxell Martorell 1 de diciembre de 2021

A lo largo de la historia el baño de vapor ha estado presente en varias culturas del mundo y se ha usado como terapia, ritual o tratamiento preventivo. Producir sudor es una práctica ancestralmente reconocida por sus profundos beneficios y el temazcal  es posiblemente el modo más curioso de hacerlo por el significado que esconde.

El temazcal, o inipi , representa el vientre de la madre, el diálogo íntimo con la tierra, el morir para   volver a nacer.   Un oscuro agujero que supone adentrarse en un proceso de curación, donde lo primero que tienes que hacer es reconocer tus miedos, síntomas o enfermedades para, más tarde, poder liberarte de ellos.

La curiosidad que me genera esta ceremonia es lo suficientemente fuerte como arrollidarme y dejarme hechizar por la oscuridad, entrando en el útero e iniciando un intenso viaje al interior de mi subconsciente. Un camino, dicen, hacia nuestras verdades más profundas.

Por Meritxell Martorell 30 de noviembre de 2021

Rishikesh , situada a pies del Himalaya , es conocida mundialmente por ser la capital del yoga y porque durante los años 60 recibió la visita de los Beatles , quienes llegaron en busca de un retiro espiritual para practicar y descubrir los secretos del yoga y la meditación trascendental.

Después de pasar unos días de ruta por el caótico Rajastán , me apetecía también un retiro, al menos, silencioso. 

¡ Rishikesh allá vamos! Pero antes, el fastidioso trayecto en tren, bus y rickshaw. 

Jaipur   5 de la mañana: sale mi tren dirección Delhi , 5 horitas de trayecto sentada y embutida.  Llego y hago tiempo a que salga el siguiente tren dirección Haridwar . Me conecto a Internet en la lujosa estación de metro, duermo un rato y espero a las 3 de la tarde, cuando me espera otro apetecible trayecto de 5 horitas en un tren similar al anterior.En Haridwar empieza la búsqueda de hotel y ¡sorpresa! Los precios, además de carísimos, no hacen justicia a lo que veo. Habitaciones putrefactas, pequeñas, sin pintar y con olor a rancio por 15 euros. ¡Un escándalo! Algo que me sorprende es que muchas guest houses aseguran no poder acoger a turistas occidentales. “Not allowed”, afirman. Investigo el tema y descubro que es porque son hoteles reservados para personas religiosas, peregrinos o hinduístas practicantes.

Me conformo con el único en el que me aceptan. Un hotel que huele a colonia brummel y no a incienso como imaginaba. 

Cuando idealizas algo, Lonely Planet tiene gran parte de culpa, es lo que pasa. Esperaba encontrar un rinconcito tranquilo, silencioso, envuelto de naturaleza, callejones con encanto llenos de shadús (hombres santos) y peregrinos. Pero no, nada de silencio, aquí el tráfico es tan impertinente como en cualquier otra parte del país y las bocinas suenan tan violentamente como siempre. Si quieres silencio, debes ir a un ashram , como los Beatles. La ciudad está atiborrada de ellos y de escuelas de meditación y yoga. También hay tiendecitas de ropa, joyería y medicina ayurvédica , como en cualquier otro sitio. Las montañas a su alrededor, eso sí, le dan un aire más místico. Al igual que lo hace el sagradísimo río Ganges , que nace de ellas y, por sus juventud, se mantiene limpio, casi transparente. No como sucede en Varanasi, por ejemplo. ¡Argggh!

Pero a la ciudad en sí le falta magia. Las construcciones son antiestéticas y desmejoran el paisaje, demasiados hoteles, demasiados centros de meditación y rafting. Rishikesh es también conocida, fundamentalmente por el turismo nacional, para practicar este deporte. Así, en vez de shadús , es normal cruzarte a muchos indios pijos (es curioso que en cualquier parte del mundo vistan igual: camisa rosa o polo blanco), que vienen a pasar un finde chupi-guay con los amigotes.

He visto lugares en la India mucho más espirituales que la supuesta capital del yoga. Rishikesh , no está mal, pero tiene una fama inmerecida. Y eso, es culpa de los Beatles .

Por Meritxell Martorell 12 de octubre de 2021
Se dice que el color naranja produce un efecto vigorizante y de estimulación en la actividad mental. No sé si estoy más activa mentalmente, pero aseguro que estoy hipnotizada. Si hay algo que llama la atención al llegar a la provincia de Luang Prabang (Laos), es el color naranja eléctrico que visten los monjes budistas de esta ciudad.
Por Meritxell Martorell 1 de enero de 2019

-¿Viajas sola? Esta pregunta, que lleva persiguiéndome durante todos mis viajes en solitario, va acompañada normalmente con un tono de sorpresa o admiración. Otras veces con la expectativa de que muestre cierta vulnerabilidad y mi “Salvador” aparezca tras formularla. 

No viajamos para encontrarnos, tampoco para encontrarte. Viajamos solas porque nos apetece.  No somos más valientes ni atrevidas, de hecho somos bastante patosas. En este artículo comparto las diez cosas que he aprendido siendo mujer y viajando sola.  No todo es tan bonito como te han contado, pero aseguro que ¡merece la pena!

1) Siempre tendrás que justificarte

Da igual si has decidido viajar sola para desconectar, si trabajas online, si esperas a alguien o si este es tu estilo de vida. Siempre, absolutamente siempre, deberás justificarte. La mayoría de las veces creerán que o eres una ‘bohemia/mochilera/ espiritual’ o que estás buscando rollo desesperadamente. Si no encajas en ninguna de las dos anteriores, puede que seas una borde sin amigos. 

Aunque afortunadamente esto está cambiando y cada vez son más las personas que entienden que si una mujer viaja sola es porque así lo ha decidido, el estigma social sigue presente y, muchas viajeras, nos sentimos todavía obligadas a dar demasiadas explicaciones.

2)   Eres más patosa de lo que creías

No sé qué nos pasa cuando estamos de viaje que nos atrevemos a cualquier cosa. De repente te ves escalando una montaña de 2.000 metros cuando tienes miedos a las alturas, intentas surfear olas gigantescas y terminas haciendo la croqueta en la orilla o te matriculas a un curso de submarinismo entre cuevas y cavernas cuando padeces claustrofobia. Sí, debemos reconocerlo, somos muy lanzadas y hacemos el rídiculo más de una vez. Pero… ¿y las risas que regalamos al contarlo?

3) Descubrirás cosas de tu personalidad que no te gustan

Seguro que has escuchado eso de que viajar sola te ayuda a conocerte. ¡Bingo! Tendrás tanto tiempo y aprenderás tanto sobre tí misma que descubrirás que no eras tan maravillosa o valiente como creías. Durante el viaje te tocará compartir habitación, verte en situaciones incómodas, probar platos con una pinta espantosa, respetar costumbres ajenas, responder preguntas sin sentido y hacerte entender. ¡Qué paciencia!

4) Aunque el desorden y el caos sean tus lemas de vida, al viajar te vuelves organizada

Como por arte de magia, al viajar se activa una parte de tu cerebro que desconocías. No importa que seas la típica que se deja las llaves cada día o que busca el móvil desesperadamente cuando lo tiene en la mano. Aseguro que el pasaporte, el ordenador y la cámara no desaparecen nunca.  Al viajar, no te queda otra que aprender a organizarte. Elegir itinerario, reservar una habitación o comprar tickets de tren te obligan a ello. No hace falta que actualices meticulosamente tu Google Calendar cada día, pero verás que aprendes a gestionarte. 

5) Eso de “nunca estás sola” es un engaño enorme

Si vas a viajar sola debes prepararte para ello. Claro está que muchos hostales y actividades harán que conozcas a gente increíble, pero si te encuentras mal o te has roto una pierna, te quedarás sola en una habitación con las cortinas más horteras que hayas visto jamás y en la que probablemente el Wiffi deje de funcionar caprichosamente. Estos momentos, aunque te provoque ansiedad sólo imaginarlos, te aportan mucho más de lo que crees. Estar sola, te obliga a reinventarte y a buscar alternativas. Puedes leer, dibujar o hacer el pino en tu habitación, (si tu pierna lo permite).

6) Existe una conexión inexplicable entre la mujer local y la mujer viajera

Sin pretensiones de parecer mística, al viajar sola se generan conexiones sorprendentes con las lugareñas. La curiosidad y el respeto, siempre presentes, contribuyen a que dos mujeres totalmente opuestas, que no hablan siquiera la misma lengua, sientan un entendimiento curiosamente inexplicable. Aunque jamás entiendas cómo puede soportar que su marido tenga otras cinco mujeres y ella tampoco comprenda qué hace una mujer de 30 años, sin hijos,  visitando su aldea y tomando fotos como una loca a las cabañas de bambú, existe una comprensión y admiración recíprocas entre ambas. Sabemos lo que es ser mujer, aquí o allá.

7) Hay países en los que, por más que lo intentes, nunca entenderán que exista amistad entre mujer y hombre

Da igual que les dibujes un diagrama, que les enseñes la foto de tu pareja, el anillo de prometida o que les digas que quieres vivir en un convento de clausura. Una mujer que viaja sola y que dedica parte de su tiempo a hablar con un varón, en países como Marruecos, India o Malasia, por citar algunos, sigue viéndose todavía como algo extraño. Yo lo he intentado varias veces y, después de muchas explicaciones, he conseguido que algún colega indio, finamente, me respete y entienda que no busco nada más que una conversación. A veces, aunque nos indignemos con las reacciones recibidas, debemos evitar imponer nuestra manera de entender el mundo,  empatizar y respetar más el país que visitamos. Tengamos más paciencia, escuchemos y luego comentamos. ¡Así, todos cambiamos nuestro punto de vista!

8) La intuición y el sentido común son las dos únicas armas que necesitas

Para nosotras plataformas de viaje como “ couchsurfing ” o “work away” se convierten en motivo de estudio. ¿Quién es el anfitrión? ¿Qué pinta tiene? ¿Vive solo o  comparte con alguien más? ¿A qué hora debería llegar?  Y, mirando nuevamente la foto de su perfil te repites “parece un buen chico, ¿no?” Ese es el único miedo que tenemos al viajar, el miedo ineherente a la mujer. Así que en estos casos sólo necesitas echar mano de tu intuición, como ya estás acostumbrada a hacer en tu vida normal. Jamás irías a casa de un desconocido si te da mala vibra, ¿verdad? Pues tampoco lo haces mientras viajas.  Necesitamos aprender a confiar más y, cuando salimos de nuestra zona de confort, nos damos cuenta de que el mundo es un lugar más seguro de lo que nos habían contado. Yo no estigmatizaría a ningún país ni a ninguna religión, aunque lógicamente no se me ocurriría ir en shorts por Arabia Saudí. No pierdas el sentido común, eso es todo. 

9) Viajar sola te permite sacar cosas “by the face” y te abre la puerta a situaciones extravagantes

A ver, seamos sinceras, una mujer da más confianza. Si tienes pensado hacer autoestop o intentar  dormir por la cara en casa de algún lugareño, lo tendrás más fácil que si viajas con colegas o con tu pareja. Por eso, al viajar sola te pasan cosas maravillosas y la mayoría “by the face”. Te invitan a comer, te ofrecen alojamiento o te guardan el asiento VIP en una boda India. Han sido varias las ocasiones en las que me he visto envuelta en ceremonias totalmente extravagantes. He bailado en una boda en Lombok (Indonesia),  he rendido homenaje a John Frum en Tanna (Vanuatu), una isla que cree que este americano llegará con regalos y provisiones de Estados Unidos y he celebrado el Shabbat en territorios palestinos, gracias a un judío poco convencional.

10) Una mujer que viaja sola no es necesariamente una todoterreno

Existen tantas personalidades como mujeres que viajan solas. Con nuestros miedos, inseguridades, intereses y pijadas nos vamos a visitar un lugar y eso no nos convierte en valientes ni atrevidas.  Una vez me encontré con una mujer que viajaba con tres maletas enormes, todas ellas llenas de libros. Excentridades varias, tantas como mujeres diferentes. Salir de casa significa solo eso, salir de casa.  Lo mismo sucede con viajar. Todas podemos hacerlo, no creas que debes ser intrépida y    osada, sólo necesitas una maleta (o tres) y muchas ganas de hacerlo.

Por Meritxell Martorell 12 de abril de 2018

No te olvides de los huevos, mi hija” , me dice Odalys mientras me da su libreta de racionamento. Te tienen que dar 14”, afirma señalando la casilla de los huevos.

Odalys nació en el 62 y tiene los mismos años que la Libreta de racionamiento , que se creó para garantizar una cesta de alimentos básicos  para todos los cubanos y como imposición en contra de la amenaza “imperialista” de Estados Unidos. 

Voy a la tienda del Estado más cercana, pido un paquete de sal y los 14 huevos, a cambio pago 11 pesos de moneda nacional (0’54 €).  Se calcula que la libreta del Estado subvenciona el 88% del precio real del producto, muy poco teniendo en cuenta los sueldos insultantes del país, una media de 20 euros al mes. 

Por Meritxell Martorell 11 de marzo de 2018

Apoyar la huelga feminista en España fue necesario, hacerlo en México imprescindible.  La magia de Chiapas, sus colores, sus tradiciones y sus mujeres también se empoderaron. Este estado montañoso y de pueblos indígenas se sumó a la semana de la mujer y lo hizo por todo lo alto.

Del 8 al 10 de Marzo, en el caracol de Morelia, una  de las cinco sedes del  Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) se celebró el " Primer Encuentro Internacional Político, Artístico, Deportivo y Cultural Mujeres que luchan ". 

“Los caracoles son las regiones organizativas de los Municipios Autónomos Revolucionarios Zapatistas (MAREZ) y el resultado de muchos años de lucha”- asegura Alejandra, una fiel seguidora del movimiento zapatista. De hecho, ya en el año 1994 el Comité Clandestino Revolucionario Indígena , con apoyo de la población de la zona, anunció que había tomado el control de 38 municipios, aunque no fue hasta el año 2003 que se celebraría la fiesta del nacimiento oficial de 5 Caracoles, integrados por 27 municipios de Chiapas. 

“Prohibido entrar hombres” dejaba claro una pancarta de color amarillo sólo llegar al Caracol, ese sería un espacio exclusivo de mujeres, un encuentro de un colectivo que se ha cansado de callar. Mujeres con la dignidad rebelde. Mujeres que hacen ruido, que resisten y se oponen a un sistema capitalista machista y patriarcal.  

Alejandra viene de Ciudad de México, es diseñadora gráfica y lesbiana. Va tan equipada para el evento que incluso lleva un pasamontañas para unirse a la causa. “ Vas a pasar un calor”, le digo mientras observo como se lo pone.  “Las zapatistas llevan el pasamontañas siempre, tengan o no calor. Es su forma de reivindicar. No quieren que se escuche su rostro, sino que se entiendan sus palabras”, asegura satisfecha. 

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